El Día del Padre ya ha pasado, aquí, en este recóndito lugar
que es España. San José, dice el Santoral. ¿Y yo qué hago hablando de esto? Si
mi piel se removió mientras brindábamos por los hijos que nunca tuvimos, que
nunca tendremos. Alguna pareja nos rinde tributo siendo padres hoy. Incluso,
alguna pareja nos rinde tributo siendo felices hoy. Y no es que nosotros no lo
seamos, de hecho, creo que te quiero más ahora. De hecho, por muy mal que le
vaya a las caricias de mi espalda, sin ti, también soy feliz.
Y nosotros, mientras otras parejas nos rinden tributo,
rendimos nuestro propio homenaje a todas esas personas que no nos lloraron
lejos, o que sí lo hicieron, pero no supieron decirlo. Brindemos, alcemos las
jarras como si fuéramos venidos del norte, y riámonos de todo aquello que pudo
salir tan mal y que salió tan bien.
Sin
embargo, sin intención, sin burla, sin pretensión de prolongar ninguna agonía
ni desenterrar ninguna tragedia, vengo a pedirte perdón. A ti, y a la
literatura. Os pido perdón públicamente, porque siempre lo mereciste. Porque lo
que ya no mereces es que te pida perdón a solas; así, con este público atento,
no se desentierran daños que ya están bajo llave. Así que te pido perdón,
porque la vida me obliga a ello devolviéndome la moneda. Todas mis nostalgias
que volcaba en el papel, que te atropellaban y te desplazaban, ahora me tocó
sentirlas a mí. Por eso, aprendí que la vida es hoy, que la vida es milagro,
que la vida es la mano que te sujeta el futuro. Así que te pido perdón por
todos los lastres de escritor torturado e incomprendido, de poeta maldito que,
en mi ignorancia, te tocó sortear. Ya la vida se encargó de devolverme ese
sentimiento, ahora soy yo quien espera un “losiento”.
Y,
¡qué bonito!, brindemos y rindamos tributo con nuestra propia melodía a todos
aquellos que no supieron tenerse respeto, que no supieron comprenderse, que no
supieron mantener lo importante que se crea entre dos personas que un día se
quisieron y que se van a querer siempre.
Así
que te pido perdón, en mi nombre y en el de la literatura, para que entiendas
que fueron los días los que me enseñaron ese dolor, que la palabra puede
abrigar el alma del presente. Así que te pido perdón y te prometo que nunca,
nunca, nunca, dejaré que una palabra de nostalgia destroce mi presente. Te lo
prometo, hoy que descubrí el hilo rojo que une meñiques y corazones, que por un
ratito se ha eclipsado el sol.
Ese
es mi tributo a tus ojos, que lo que no pude sentir contigo, aprenderé a
sentirlo en mi futuro. Que el pasado nunca aliñará mis días.