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LITERATURA ME VAN A LLAMAR
¡Os espero allí con todas las sonrisas!
Reseñas y opiniones de libros, voz en poemas, algún escrito propio.
Cualquier cosa improvisada dentro de esa magia que llamamos literatura.
Cualquier cosa improvisada dentro de esa magia que llamamos literatura.
martes, 16 de febrero de 2016
viernes, 20 de marzo de 2015
Bandas tributo en el Día del Padre
(o el texto que te debo)
El Día del Padre ya ha pasado, aquí, en este recóndito lugar
que es España. San José, dice el Santoral. ¿Y yo qué hago hablando de esto? Si
mi piel se removió mientras brindábamos por los hijos que nunca tuvimos, que
nunca tendremos. Alguna pareja nos rinde tributo siendo padres hoy. Incluso,
alguna pareja nos rinde tributo siendo felices hoy. Y no es que nosotros no lo
seamos, de hecho, creo que te quiero más ahora. De hecho, por muy mal que le
vaya a las caricias de mi espalda, sin ti, también soy feliz.
Y nosotros, mientras otras parejas nos rinden tributo,
rendimos nuestro propio homenaje a todas esas personas que no nos lloraron
lejos, o que sí lo hicieron, pero no supieron decirlo. Brindemos, alcemos las
jarras como si fuéramos venidos del norte, y riámonos de todo aquello que pudo
salir tan mal y que salió tan bien.
Sin
embargo, sin intención, sin burla, sin pretensión de prolongar ninguna agonía
ni desenterrar ninguna tragedia, vengo a pedirte perdón. A ti, y a la
literatura. Os pido perdón públicamente, porque siempre lo mereciste. Porque lo
que ya no mereces es que te pida perdón a solas; así, con este público atento,
no se desentierran daños que ya están bajo llave. Así que te pido perdón,
porque la vida me obliga a ello devolviéndome la moneda. Todas mis nostalgias
que volcaba en el papel, que te atropellaban y te desplazaban, ahora me tocó
sentirlas a mí. Por eso, aprendí que la vida es hoy, que la vida es milagro,
que la vida es la mano que te sujeta el futuro. Así que te pido perdón por
todos los lastres de escritor torturado e incomprendido, de poeta maldito que,
en mi ignorancia, te tocó sortear. Ya la vida se encargó de devolverme ese
sentimiento, ahora soy yo quien espera un “losiento”.
Y,
¡qué bonito!, brindemos y rindamos tributo con nuestra propia melodía a todos
aquellos que no supieron tenerse respeto, que no supieron comprenderse, que no
supieron mantener lo importante que se crea entre dos personas que un día se
quisieron y que se van a querer siempre.
Así
que te pido perdón, en mi nombre y en el de la literatura, para que entiendas
que fueron los días los que me enseñaron ese dolor, que la palabra puede
abrigar el alma del presente. Así que te pido perdón y te prometo que nunca,
nunca, nunca, dejaré que una palabra de nostalgia destroce mi presente. Te lo
prometo, hoy que descubrí el hilo rojo que une meñiques y corazones, que por un
ratito se ha eclipsado el sol.
Ese
es mi tributo a tus ojos, que lo que no pude sentir contigo, aprenderé a
sentirlo en mi futuro. Que el pasado nunca aliñará mis días.
viernes, 28 de marzo de 2014
Carta a Miguel Hernández
Querido Miguel:
Hoy estaba recorriendo mi mundo,
el tuyo; el que, siendo el mismo, se va alejando del que tú conocías. Hoy
estaba compartiendo con otros seres humanos esta existencia que luchamos cada
día por sublimar cuando, de pronto, he caído en la cuenta de que hoy es
veintiocho de marzo. Otro año más, hoy hace setenta y dos años que dejaste este
mundo en una fría cárcel, rodeado de rencor, y pasaste a la eternidad. Pero,
Miguel, tu eternidad es injusta, está llena de gloria y olvido.
Me vienen esos versos tuyos al
recuerdo.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
A las aladas almas de las rosas
del almendro de nata te requiero,
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
¡Qué cercana estaba tu injusta
partida de este mundo…! ¿Quién te llora a ti, Miguel? Si los hombres están
cargados de silencio.
Tu gran amigo, Aleixandre, te
echó de menos siempre. Esto escribió en tu tumba, Miguel.
Nadie
gemirá nunca bastante.
Tu hermoso corazón nacido para amar
murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio.
¡Ah!, ¿quién dijo que el hombre ama?
¿Quién hizo esperar un día amor sobre la Tierra?
¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?
¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?
Tierra ligera, ¡vuela!
Vuela tú sola y huye.
Tu hermoso corazón nacido para amar
murió, fue muerto, muerto, acabado, cruelmente acuchillado de odio.
¡Ah!, ¿quién dijo que el hombre ama?
¿Quién hizo esperar un día amor sobre la Tierra?
¿Quién dijo que las almas esperan el amor y a su sombra florecen?
¿Que su melodioso canto existe para los oídos de los hombres?
Tierra ligera, ¡vuela!
Vuela tú sola y huye.
Sé que tú, Miguel, tenías la
humildad y la valentía de amar la vida.
Sólo quien ama vuela. Pero,
¿quién ama tanto
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar ... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
que sea como el pájaro más leve y fugitivo?
Hundiendo va este odio reinante todo cuanto
quisiera remontarse directamente vivo.
Amar ... Pero, ¿quién ama? Volar ... Pero, ¿quién vuela?
Conquistaré el azul ávido de plumaje,
pero el amor, abajo siempre, se desconsuela
de no encontrar las alas que da cierto coraje.
Hace unos meses, mi padre y yo
anclamos los pies en tu tumba. Allí no estabas, Miguel, ¡allí no estabas!
Latías hoy en el rumor de las hojas, en lo alto de la luz; nunca en una losa
fría. Lates en el mundo cálido y sensible.
Dos especies de manos se enfrentan en la vida,
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
brotan del corazón, irrumpen por los brazos,
saltan, y desembocan sobre la luz herida
a golpes, a zarpazos.
La mano es la herramienta del alma, su mensaje,
y el cuerpo tiene en ella su rama combatiente.
Alzad, moved las manos en un gran oleaje,
hombres de mi simiente.
Querido Miguel, la vida sigue
transcurriendo en esto que un día decidimos llamar mundo, las personas siguen
muriendo y dejándose morir. Pero, ¡Miguel, sonríe!, que revitalizaste la vida,
¡que le diste sentido!, que te recordamos a este lado de la orilla, en este
rincón de la tierra.
Te debemos tanto, la deuda es tan
enorme; y hay tanto silencio. No vamos a llorar, Miguel. Tus hijos, tus amigos,
tus herederos que no saben qué heredaron, no vamos a llorar.
Vamos
a levantar la voz y la poesía, brindando por ti, ¡bien alto!, ¡orgullosos y humanos!,
brindando contigo, compañero del alma,
compañero.
martes, 25 de marzo de 2014
Lectura no recomendable
Cuéntame cómo era ayer el mundo, que el de hoy se cae a pedazos. Dicen
que siempre hubo esta sensación de orfandad, pero yo no puedo sentirla en mi
piel. Yo me caigo ahora a pedazos. La trivialidad del fútbol y la policía de
apodera de las calles, ni siquiera el tiempo y la muerte parecen tener
importancia. ¿En qué mundo vivimos? Cuéntame cómo era pasear por una calle
cuando las personas se miraban y se deseaban buenos días, cuando existía un
enemigo al que aniquilar y no un enemigo ambiental, un enemigo que se respira en
las sombras, incorpóreo, sin identidad definida. Siéntate aquí, y mírame a los
ojos, para contarme cómo antes las personas se miraban a los ojos; dime como
era tener un perro que caminaba a tu lado sin necesidad de una correa. Háblame
de todo aquello que existió: la confianza y el honor; porque los primeros
hombres pusieron nombre a lo que existía, lo que no existe nunca se denominó. Así
que no me hagas creer que no existieron porque la libertad, la confianza y el
honor tienen nombre, existieron. O, ¿acaso fueron elucubraciones de poetas
locos, de artistas desvelados que confiaron en un mundo? Porque mientras el
mundo duerme, es muy fácil confiar en él. Lo sé, porque salgo a la calle de
madrugada y no hay seres humanos, ni odio, ni rencor, ni falsas miradas; y
entonces todo puede existir. Es como si el mundo fuera nuevo, como si al
amanecer pudiéramos crear un lugar donde vivir. ¡Vivir!, que nunca fue lo mismo
que sobrevivir. ¡Cuéntame que aún existe esperanza para la raza humana! Aún
conservas luz en la mirada, a ratos ocupas tu pequeña despensa y te apagas
pero, a ratos, ¡porque aún conservas luz en la mirada! Aún me miras a los ojos
y confías y dices que todo va a estar bien en este mundo que se cae a pedazos entre
insultos callados y miradas nunca cruzadas.
Hablar con uno mismo es darse cabezazos en una iglesia vacía, donde
retumba el eco de las plegarias que nunca fueron concedidas. Porque se rezó a
mil dioses para evitar una fatídica muerte, pero murieron. Todos murieron en la
esperanza de que el mundo cambiara sin caerse a pedazos. Ahora sólo quedan
piezas sin esquinas, cachitos perdidos de vaso que se estrelló contra el suelo
en algún mal humor de alguno de aquellos dioses. También la desesperanza será
una ofensa a los dioses, quizá por eso a la raza humana no le quedé salvación.
Demasiadas ofensas a esos seres que nunca supimos dónde nos abandonaron para
irse a jugar al mus, apostando –quizá- con nuestras almas.
domingo, 23 de marzo de 2014
Detrás de cada tequiero dicho, existe un tequiero no dicho.
Estaban en un restaurante con las manos cerradas. Ella se había
encontrado con otro hombre poco antes de llegar a esa mesa, él se sentía tan
atrapado que se quitó el cinturón para ir a cenar. Se habían conocido en el
colegio, como adolescentes que aprenden a vivir sin saber que lo están
haciendo. Después vino todo lo demás, los caminos diferentes, los amigos
diferentes, los sueños diferentes. Se querían y se fueron construyendo puentes
entre sueños paralelos. Pero eso fue hace mucho tiempo, antes de todos los
reproches y las vendas en los ojos, antes de otros labios, otras bocas, otros
casi-tequieros. Estaban con las manos cerradas y los hombros apretados, porque
él iba a decirlo y ella sabía que lo escucharía. Sin mirarse se vieron en
tiempo atrasado, se taponaron venas y oídos con espesas planchas de miedo.
-Te quiero. –dijo él.
-Yo también te quiero.
–contestó ella.
Y no hubo más miradas.
Y fue una historia como tantas, tan pasajera como eterna. No hubo más remedio
que un final no terminado. Pero esa historia es tan monótona, tan repetida, que
la conocemos a diminutos detalles con nombrar grandes rasgos. Pero detrás de
cada historia, detrás de cada tequiero dicho, existe un tequiero no dicho.
Y así fue como el
tequiero, que aquel hombre que se encontró ella se quedó esperando, se quedó
muerto en alguna acera, junto al pescado del día anterior que tiró alguna
tienda de ultramarinos. Él fumó cientos de paquetes de cigarrillos para calcinar
la cobardía de aquella mujer en la que creyó, para dejar de creer en ella.
Aunque el tiempo pasaba lento y él esperaba encontrársela, que ella le dijera
que lo hizo, que le dejó pero que nunca se atrevió a llamar. Hasta que apareció
un vuelo barato a un país de América del Sur, un vuelo tan barato que alguien
que no tiene nada puede permitirse. Alguien que no tiene nada, que no tiene
nada que perder, es libre, porque puede permitírselo todo. Incluso meter un par
de mudas en una mochila y subir a un avión que tardará cinco días, parando en
Estambul, Bangladesh, Londres y Taiwán, antes de llegar a su destino en Uruguay.
¿Por qué Uruguay?, se preguntaron en el aeropuerto al verlo marchar. ¿Por qué
no? Ese era el motivo fundamental, que no había un por qué no.
Así fue como llegó a
Uruguay, después de recorrer la soledad y el tiempo, después de no tener nada.
Pudo volver a respirar. Sus pulmones volvían a tener una función. Su corazón
tenía sentido en aquel cuerpo.
Empezó a recolectar
nada, y a amontonarlo todo. Cuando paseaba tranquilo por una carretera perdida,
pasó un coche. Había pasado tanto tiempo que la vida había vuelto a empezar
miles de veces. Allí estaba ella, con las manos cerradas, en su viaje de recién
casados. Con las manos cerradas. Tan cerradas que no pudo verlo, sólo porque a
él le había crecido barba.
sábado, 15 de febrero de 2014
"La música del azar" Paul Auster
La música del azar, Paul Auster
Título original: The Music of Chance
Editorial: Anagrama
Año publicación: 1990
Traducción por: Maribel De Juan
Recibí este libro por carta hace unas semanas y, sin esperar a terminar los libros en cola de la mesilla de noche, lo abrí con curiosidad. Había escuchado mucho hablar de este autor, siempre maravillas. Pero no imaginaba qué tipo de historias se encuentran en las páginas escritas por Auster.
El argumento me pareció sencillo, sin pistas sobre la evolución de la historia: Nashe es abandonado por su mujer y decide abandonarlo todo, pasar página, recibe la herencia de su padre y se pone a conducir. Sí, empieza a conducir: kilómetros y kilómetros. Indagación humana en la descripción de sensaciones del protagonista; la liberación de dejarlo todo atrás, la incertidumbre, el crecimiento interior hacia un punto indefinido. Un primer capitulo magistral rastreando sentimientos con los que podemos empatizar, comprender y definir sensaciones que todos hemos tenido.
El argumento me pareció sencillo, sin pistas sobre la evolución de la historia: Nashe es abandonado por su mujer y decide abandonarlo todo, pasar página, recibe la herencia de su padre y se pone a conducir. Sí, empieza a conducir: kilómetros y kilómetros. Indagación humana en la descripción de sensaciones del protagonista; la liberación de dejarlo todo atrás, la incertidumbre, el crecimiento interior hacia un punto indefinido. Un primer capitulo magistral rastreando sentimientos con los que podemos empatizar, comprender y definir sensaciones que todos hemos tenido.
Nashe se encuentra con Jack Pozzi, un jugador de cartas enigmático, y así cambiará el rumbo de sus vidas. Un giro para el que no están avisados. Todo comenzará con una partida de poker en la casa de dos excéntricos millonarios. Y empieza a suceder: la suerte, el azar, las pasiones más bajas y altas de cada uno, las personas en situaciones límite, un muro y los vaivenes del dinero en nuestra sociedad.
"Da igual el dinero que tengas. Si no hay una pasión en tu vida, no vale la pena vivir."
La historia comienza sin un hilo previsible, y es aún menos previsible lo que se va sucediendo. El estudio humano no cesa en toda la lectura que se reviste de sencillez y facilidad. Entramos en una atmósfera digna de cuento gótico, de terror psicológico, de histeria azarosa y miedo de lo desconocido. Entramos en un mundo con rasgos macabros, que desmigajan al ser humano en todos sus planos y contradicciones.
Inteligente, original y misterioso. Un estudio sobre la libertad y las pasiones.
Me gustaría contaros más; sin embargo, me voy a morder la lengua y a recomendaros su lectura.
¡Disfrutadla!
miércoles, 6 de marzo de 2013
"Carta de despedida" Gabriel García Márquez
Hoy, 6 de marzo, García Márquez cumple ochenta y seis años.
Un gran genio cargado de bondad que nos regala mundos para adornar el que nos ha tocado vivir.
Dejo esta "Carta" que hace tanto tiempo escribió como despedida. Deseando aún unos cuántos trozos más de vida. Texto agridulce, lleno de esperanza y nostalgia; las frases de este escrito están fragmentados en todas nuestras cabezas, como frases únicas que resuenan como ecos.
Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría te quiero y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Fotografía: Indiana Forti ("No rostros")
www.indianaforti.com
Si por un momento Dios se olvidará de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida... no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría te quiero y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan.
Un gran genio cargado de bondad que nos regala mundos para adornar el que nos ha tocado vivir.
Dejo esta "Carta" que hace tanto tiempo escribió como despedida. Deseando aún unos cuántos trozos más de vida. Texto agridulce, lleno de esperanza y nostalgia; las frases de este escrito están fragmentados en todas nuestras cabezas, como frases únicas que resuenan como ecos.
Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría te quiero y no asumiría, tontamente, que ya lo sabes.
Fotografía: Indiana Forti ("No rostros")
www.indianaforti.com
Si por un momento Dios se olvidará de que soy una marioneta de trapo y me regalara un trozo de vida, posiblemente no diría todo lo que pienso, pero en definitiva pensaría todo lo que digo. Daría valor a las cosas, no por lo que valen, sino por lo que significan. Dormiría poco, soñaría más. Entiendo que por cada minuto que cerramos los ojos perdemos sesenta segundos de luz. Andaría cuando los demás se detienen, despertaría cuando los demás duermen, escucharía cuando los demás hablan y ¡cómo disfrutaría de un buen helado de chocolate!
Si Dios me obsequiara un trozo de vida, vestiría sencillo, me tiraría de bruces al sol, dejando descubierto, no solamente mi cuerpo sino mi alma. Dios mío, si yo tuviera un corazón, escribiría mi odio sobre el hielo y esperaría a que saliera el sol. Pintaría con un sueño de Van Gogh sobre las estrellas un poema de Benedetti, una canción de Serrat sería la serenata. Regaría con mis lágrimas las rosas, para sentir el dolor de sus espinas y el encarnado beso de sus pétalos...
Dios mío si yo tuviera un trozo de vida... no dejaría pasar un solo día sin decirle a la gente que quiero que la quiero. Convencería a cada hombre o mujer de que son mis favoritos y viviría enamorado del amor. A los hombres les probaría cuan equivocados están al pensar que dejan de enamorarse cuando envejecen, sin saber que envejecen cuando dejan de enamorarse. A un niño le daría alas, pero le dejaría que él solo aprendiese a volar. A los viejos les enseñaría que la muerte no llega con la vejez sino con el olvido.
Tantas cosas he aprendido de ustedes, los hombres... he aprendido que todo el mundo quiere vivir en la cima de la montaña, sin saber que la verdadera felicidad está en la forma de subir la escarpada. He aprendido que cuando un recién nacido aprieta con su pequeño puño, por vez primera, el dedo de su padre, lo tiene atrapado por siempre. He aprendido que un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo cuando ha de ayudarle a levantarse. Son tantas las cosas que he podido aprender de ustedes, pero realmente de mucho no habrán de servir, porque cuando me guarden dentro de esa maleta, infelizmente me estaré muriendo.
Siempre di lo que sientes y haz lo que piensas. Si supiera que hoy es la última vez que te voy a ver dormir, te abrazaría fuertemente y rezaría al Señor para poder ser el guardián de tu alma. Si supiera que esta fuera la última vez que te vea salir por la puerta, te daría un abrazo, un beso y te llamaría de nuevo para darte más. Si supiera que ésta fuera la última vez que voy a oír tu voz, grabaría cada una de tus palabras para poder oírlas una y otra vez indefinidamente. Si supiera que estos son los últimos momentos que te veo, diría te quiero y no asumiría tontamente que ya lo sabes.
Siempre hay un mañana y la vida nos da otra oportunidad para hacer las cosas bien, pero por si me equivoco y hoy es todo lo que nos queda, me gustaría decirte cuanto te quiero, que nunca te olvidaré. El mañana no le está asegurado a nadie, joven o viejo. Hoy puede ser la última vez que veas a los que amas. Por eso no esperes más, hazlo hoy, ya que si el mañana nunca llega, seguramente lamentarás el día que no tomaste tiempo para una sonrisa, un abrazo, un beso y que estuviste muy ocupado para concederles un último deseo. Mantén a los que amas cerca de ti, diles al oído lo mucho que los necesites, quiérelos y trátalos bien, toma tiempo para decirles lo siento, perdóname, por favor, gracias y todas las palabras de amor que conoces.
Nadie te recordará por tus pensamientos secretos. Pide al Señor la fuerza y sabiduría para expresarlos. Demuestra a tus amigos cuánto te importan.
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